Recuerdo una historia, hace cierto tiempo allá en el Norte hubo un muchacho de color como de veinticinco años que era un vagabundo como lo llamamos nosotros, pero no era un fugitivo ni un renegado era un caballero que le gustaba andar de aquí para allá sin nada que hacer. Esa es una forma horrible de encarar la vida. Hace algún tiempo le di comida a un hombre que era un vagabundo y le pregunté: "¿Cuándo comenzó con esto?" Me dijo: "Hace coma veinte años". Le dije: "¿Y para dónde va?" Respondió: "A ninguna parte". Le volví a preguntar: "Entonces, ¿de dónde viene?" Y me dijo: "De ninguna parte". Le dije entonces: "¿Cuánto más espera seguir así?" Y me dijo: "No sé". No tenía ambiciones, los Cristianos deberían ser personas con más ambición en el mundo, que traigan este glorioso Evangelio de Vida Eterna a un mundo agonizante, deberíamos estar dispuestos a eso.
Este joven se fue a una parte del Norte donde yo acostumbraba cazar venados hace muchos años, quería un trabajo, no tenía dinero y el jefe allá lo contrató para que ayudara a la cocinera de color ya anciana. Una noche después de haber cenado y que habían lavado los platos, dormían en un cuarto pequeñito con una lona que hacía una división entre ellos. El joven me contó así: "Estaba despierto y oí a dos hombres que estaban parados cerca de mi ventana y oí entonces el sonido más triste que he oído jamás; me quité la cobija de mi rostro e inmediatamente me puse en pie de un salto, el cuarto era iluminado constantemente por la luz de los relámpagos. Escuché a los dos hombres decir: Bueno Jim, será mejor que volvamos al campamento porque quizás no estemos aquí en otros diez minutos, ese tornado viene hacia acá".
El dijo que se puso de pie y miró por la ventana a tiempo para ver aquel gran círculo de nubes que parecía una serpiente haciendo pedazos las montañas, despedazando los árboles y elevándolos por el aire y vio los árboles elevarse por los aires a mucha altura en dirección a la cabaña. Dijo también que oyó algo que tocaba en la lona del otro lado, donde estaba la anciana cocinera que le decía: "Hijo, ven para este lado, aquí tengo una linterna". Dice que fue al otro lado y la anciana tenía una linterna encendida y le preguntó: "¿Conoces al Señor Jesús como tu Salvador?" El le dijo: "No señora, nunca en mi vida he orado". Ella le dijo entonces: "Bueno, será mejor que ores porque en los próximos minutos podemos ser barridos de la tierra".
El relataba que aquella anciana tan santa y pía se arrodilló en aquella caja de jabón y oró con tanta calma como se podía tener. Me decía que no podía orar porque cada vez que comenzaba a decir: "Amado Dios..." En ese momento un árbol daba contra la cabaña. El me decía: "Reverendo, estaba muy asustado para orar". Entonces dijo: "Señor, si me salvas iré a Ti en otro momento cuando no haya tormenta". El me contó entonces: "Por eso es que estoy aquí en esta noche, ya no hay tormenta pero la promesa que está en mi corazón y los recuerdos de aquella hora todavía permanecen".
Es bueno venir a Dios cuando uno está sano y en su juicio cabal, cuando todo está tranquilo; cuando Ud. tenga tiempo de pensar y venir de manera sobria, ese es el momento de venir a Dios porque El es una ayuda presente en tiempo de problemas. El me contó que no podía olvidar cómo aquella anciana santa podía orar reverentemente con tanta calma cuando estaba pasando una tormenta. Conocer a Dios significa algo, estar listo para cuando eso venga. El es una ayuda presente en el tiempo de problemas.
59-0706 (e) Considerando Nuestros Caminos (21-26)
Rvdo. William M. Branham