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lunes, 26 de diciembre de 2011

UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA TI

 

UNA

ÚLTIMA

OPORTUNIDAD

PARA TI 

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Recuerdo un pequeño testimonio personal. Hace algunos años regresaba de Dallas, yo viajaba en avión y se presentó una tormenta en el aire y tuvimos que aterrizar en Memphis. El carro me llevó al hotel Peabody, es un gran lugar, pensé que sería bueno si al menos una vez me quedara en un buen hotel y me dieron una habitación muy hermosa por cuenta de ellos. Momentos después que había llegado sonó el teléfono, yo estaba escribiendo unas cartas y me preparaba para leer la Biblia, orar e irme a acostar. Me dijeron: “Reverendo Branham el avión saldrá mañana a las siete, el automóvil lo pasará recogiendo”.

Yo le dije: “Muy bien señor”. Colgué el teléfono, terminé de escribir las cartas, oré y me acosté. Al día siguiente me levanté y no tenía ganas de desayunar, parecía una mañana hermosa, el sol había salido muy bonito y era primavera. Así que pensé: “Iré rápido al correo y enviaré estas cartas antes que el auto me recoja para ir al aeropuerto”. Salí con las cartas en mi mano calle abajo, de repente algo me dijo: “Detente y regresa por el otro camino”. Pensé que quizás era una impresión, ¿por qué quería irme por aquel lado? Así que seguí y eso continuó aumentando al punto que dije: “Debo orar, puede ser el Espíritu Santo”.

Pasé por una tienda que vendía equipos de pesca y entré para mirarlos o actuar como que estaba interesado. Vi a un policía de tráfico Irlandés haciendo señas y dejando cruzar a la gente, no había nadie a mí alrededor, así que incliné mi cabeza y dije: “Señor, ¿eres Tú el que me dice que me regrese?” Y una voz me dijo: “Da la vuelta y regresa”. Estaba seguro que era Dios. Creo que los que son nacidos del Espíritu Santo entienden lo que estoy diciendo, es algo que lo impresiona a uno, no es una voz audible o una visión sino algo que lo conmueve a uno. La gente viene a la iglesia para ver visiones y demás cosas, pero el Espíritu Santo obra de maneras diversas... Todo lo hace el Espíritu Santo.

Entonces regresé, comencé a caminar y así seguí. Finalmente llegué al barrio negro, miré mi reloj y eran las siete y diez, Entonces pensé: “Oh, perdí mi avión”. Pero algo seguía apurándome: “Sigue caminando, continúa”. Confío que en esta noche cuando se haya orado por Ud., sea en la plataforma o no, ese mismo Espíritu Santo le dé una visión de la Promesa de Cristo para Ud. y lo apure para seguir. Ud. dice: “No puedo mover un dedo”. Pero siga moviendo ese dedo hasta que pueda mover la mano, luego el brazo, después una pierna y continúe así. Dirá: “Me siento un poquito mejor”. Siga alabándolo, siga, no se ponga a un lado. Puede decir: “Quizás regrese a la línea de oración otra vez”. Eso no es bueno, continúe por donde va, déjese guiar por el Espíritu Santo, si Ud. le abre su corazón a esa voz, seguro que la oirá.

Fíjense, mientras Él y yo íbamos por la calle, Él me guiaba. Era una mañana hermosa, el sol estaba bien alto y los capullos de rosas brotaban en los rosales y la lluvia fresca traía la fragancia de los árboles, era una mañana hermosa. Yo seguía sin saber adonde iba, al igual que si saliera de mi hotel esta noche en sentido contrario, iba guiado por el Espíritu y pensé: “Perdí mi avión pero tomaré otro, no tengo prisa, todavía me quedan tres o cuatro días más antes de otra reunión”. Seguía caminando y pensaba: “Señor, no sé a dónde me llevas, quizás a un lugar de oración”.

Pasé por un grupo de cabañas donde viven lo negros e inclinada en una cerca vi… a mis queridos amigos de color en esta noche, al tratar de imitar la voz de esta dama no estoy tratando de burlarme de su gramática, porqué la mía es peor que la de Uds.. Pero ella estaba asomada, una típica sureña, con una camisa de hombre amarrada a su cabeza, pómulos muy abultados y mirando hacia la calle mientras yo pasaba. Yo iba cantando ese himno que Uds. los pentecostales cantan: “Estoy tan contento que puedo decir que soy uno de ellos”.

  Me estaba aprendiendo ese himno e iba cantándolo para mí mismo. Noté que esta dama tenía una gran sonrisa en su rostro, dejé de cantar y ella me dijo: “Buenos días pastor”. Le dije: “¿Cómo está?” Ella comenzó a reír mientras lágrimas corrían por sus mejillas. Le pregunté: “¿Cómo supo que yo era un ministro?” Me dijo: “Yo sabía que Ud. vendría”. Le dije: “¿Cómo sabía que yo vendría?” Me dijo: “Se lo diré ministro, ¿ha leído en la Biblia la historia de la Sunamita a quien Dios le dio un hijo por promesa, por medio del profeta Eliseo?” Le dije: “Seguro, estoy familiarizado con el relato, hace unas semanas prediqué sobre eso”. ( 2 Reyes 4 )

Ella dijo: “Yo soy ese tipo de mujer que no tenía hijos y mi esposo y yo deseábamos mucho tener un hijo, yo oré y el Señor me dio este hijo y le dije que se lo dedicaría a Él. Yo he lavado ropa ministro, soy la lavandera en este sector y crié a este muchacho lo mejor que pude para que amara al Señor, pero él salió con malas compañías y contrajo una mala enfermedad, nosotros no sabíamos nada de esa enfermedad y el muchacho se enfermó mucho. Finalmente lo llevamos al médico y él nos dijo que no había esperanzas, la enfermedad alcanzo el torrente sanguíneo y se ha comido parte del corazón y cuando bombea la sangre, parte de ella se pierde pues las válvulas fueron devoradas por esa enfermedad, el doctor me dijo que no había esperanzas y allí ha estado en la cama inconsciente por dos días y no puedo soportar ver a mi hijo así, anoche oré toda la noche diciendo: ‘Señor, Tú me diste el hijo, ¿pero dónde está Eliseo?'”.

Pueden imaginarse cómo me sentía yo y pensé: “¿Era esto Señor?” No dije ni una palabra de cómo había sido guiado hasta allá y le dije: “Mi nombre es Branham, ¿ha oído alguna vez de mí?” Ella dijo: “No señor, no creo que lo haya oído”. Yo le pregunté: “Bueno, ¿cómo sabía que yo vendría?” Ella me dijo: “Me acosté como a las tres de la mañana y soñé que veía venir a un hombre con un traje oscuro y un sombrero del Oeste a un lado de la cabeza, traía algunas cartas en su mano y el Señor me dijo: ‘Sal y espéralo' y desde esa hora lo he estado esperando”. Le di una palmadita en la espalda y sentí que estaba mojada por el rocío, era verdad.

Le dije: “Mi ministerio es orar por los enfermos”. Pero ella no mostró interés y me dijo: “¿Quiere entrar?” Abrí el portón sujeto por una cadena y entré a esa cabañita de dos cuartos y allí había una camita, no tenía alfombras en el piso sino muchas grietas y el viento se colaba. He visitado palacios de reyes y supongo que he tenido el privilegio de estar en los lugares más hermosos del mundo, pero en toda mi vida no había sentido algo que pareciera un hogar como lo que sentí allí aquella mañana. Cuando miré las paredes no habían cuadros allí sino una pequeña leyenda: “Dios bendiga nuestro hogar”. En una esquina había una vieja cocina y en la cama yacía un hombre grande, parecía que pesaba unos sesenta y siete kilos y medía como un metro ochenta centímetros de estatura, en sus manos tenía una manta y decía: “Humm, está oscuro”. Le pregunté: “¿Qué dice?”.

Ella me dijo: “Ministro desde hace dos días está inconsciente, cree que está en el mar perdido en la oscuridad y está remando en un bote tratando de llegar a tierra. Ministro no puedo soportar ver a mi hijo morir así”. Ella se acercó, le acarició la cabeza, lo besó y le dijo: “Dios bendiga al bebé de mamá”. Era un tipo grande, estaba muriéndose en vergüenza y pecado y aun así era un bebé para su mamá. No importa en qué desgracia estaba y cuánta fatalidad le había traído a la familia, todavía ese amor de madre estaba allí por él. Algunas veces recuerdo eso y pienso: “¿Se olvidará la mujer de lo que parió?” Dios dijo: “Yo no me olvidaré de ti. Te tengo esculpida en las palmas de mi mano”. (Isaías 49:15-16)

Así que hermano descarriado, recuerde que Ud. no puede apartarse porque Él todavía lo ama. Allí se encuentra Ud. en esta noche, Él esta tratando de darle otra oportunidad, tocando a su puerta .

Me arrodillé en el piso para orar junto a sus pies y ella se arrodilló a su cabecera, toqué sus pies y estaban fríos y pegajosos, seguramente la muerte estaba cerca del muchacho. Le dije: “Siendo que Ud. es la madre del joven, ¿le gustaría orar primero?” Ella respondió: “Seguro pastor”. Inclinó su cabeza y si habláramos de una oración podríamos decir que esta no fue aprendida en ninguna escuela, salió de lo profundo de su corazón, hablando con Dios, Ud. podría asegurar que ella había hablado con Él antes, sabía lo que estaba diciendo.

Cuando hubo orado, se secó los ojos con el viejo delantal que llevaba puesto y me miró. Le dije: “Ahora oraré yo”. Puse mis manos sobre sus pies y dije: “Señor, no sé qué decir, ¿esta es la razón por la que me hiciste perder el avión, para que viniera a orar por el hijo de esta mujer? Señor, si es así, que ella sepa que Tú eres Dios y respetas su oración y sinceridad”.

En ese momento el joven dijo: “Mamá, ahora se está aclarando en el cuarto, la oscuridad se va”. En unos minutos estaba sentado en la orilla de la cama conversando con nosotros. Salí rápidamente, paré un taxi y me fui al aeropuerto. Cuando entraba hacían el último llamado de ese vuelo. Dios había detenido en tierra ese avión por la fe de una mujer que quizás no sabía leer, una pobre mujer negra, ignorante como la llamaríamos nosotros; Dios mantuvo en tierra aquel avión hasta que su oración fuera respondida. En esta noche Él es el mismo Dios de entonces.

Dos años más tarde iba en tren hacia Phoenix y pasé por Menphis, no había vuelto a saber de ellos. Si alguno de Uds. ha estado alguna vez en Menphis, sabe que el tren del Este entra a la estación y hace una parada de veinte minutos; quería comprar unos sandwiches... Así que bajé para comprar una bolsa de hamburguesas, iba caminado muy rápido y oí a alguien que decía: “Hola pastor Branham”. Miré y allí estaba parado un joven con un gorra roja que vino corriendo hacia mí. Le dije: “¿Cómo está joven?” Me dijo: “¿No me conoce verdad?” Le respondí: “Creo que no”. Él entonces dijo: “Hace como dos años, una mañana, Ud. fue a mi casa”. Entonces yo le dije: “¿Tú no eres aquel joven?”. Él me dijo: “Sí, yo soy, ahora soy un Cristiano y le estoy sirviendo al Señor”.

Ese mismo Espíritu Santo lo ha guiado a Ud. hasta aquí en esta noche, lo ha hecho no para que regrese a casa enfermo sino sano; lo ha guiado a Ud. amigo pecador para que vuelva a casa como un Cristiano, muerto para las cosas del mundo; a Uds. descarriados los ha traído aquí para que vuelvan con Dios en esta noche. Mediten en eso mientras inclinamos nuestros rostros.

Señor mientras medito en estas experiencias de treinta años en el campo del ministerio, no sé dónde está ese muchacho en esta noche Señor, pero Tú si lo sabes, uno de estos días cuando la vida haya terminado para ambos, me encontraré con él de nuevo. Oh Señor, mientras haya Luz permítenos caminar en la Luz del Espíritu Santo, porque viene la hora cuando densa oscuridad cubrirá a los moradores de la tierra.

Señor, en esta noche te pedimos que tomes a esta gente, a las que has guiado y has hecho sentir en sus corazones que hay un Dios que los ama, que quiere salvarlos y sanarlos. Ahora los has guiado hasta aquí por la misma causa, creo que es porque Jesús el Hijo de Dios está presente para quitar los pecados y enfermedades de la gente. Da comienzo en nuestros corazones a un avivamiento a la antigua, para que se beneficien todas las iglesias de este lugar. Señor, creemos que estás aquí y pedimos que bendigas nuestros esfuerzos.

Padre, nos damos cuenta que hablar de un Dios es una cosa, pero cuando ese mismo Dios viene y manifiesta que está vivo, que sólo murió temporalmente como expiación para que pudiéramos tener estos privilegios de ser guiados por Su Espíritu… que pueda venir al pueblo con gran Poder en esta noche y mostrar que está vivo por medio de las mismas señales, maravillas y milagros que hizo cuando estuvo aquí en la tierra. Que se manifieste a la gente en esta noche como lo hizo con la mujer junto al pozo, diciéndole cuantos maridos había tenido, que ninguno era legal y discernió los secretos de su corazón. Ella le dijo: “Sabemos que cuando el Mesías venga nos revelará estas cosas”. Tú le dijiste: “Yo soy el que habla contigo”. Señor, permite que suceda otra vez. (Juan Cap.4)

Que en esta noche se sepa también que Él es el mismo que sabía donde estaba Natanael y quién era. Cuando aquellos iban de Jerusalén a Emaús, desilusionados aquella mañana de la resurrección, cuando tenía solo horas que había sucedido. Él iba entre ellos y no lo sabían. Señor, estoy seguro que en esta noche es igual, estás aquí pero quizás la gente no lo sabe, haz con nosotros como hiciste con ellos. Cuando entraron al aposento y cerraron la puerta, hiciste algo igual a lo que ya habías hecho, así supieron que eras el Señor resucitado. Rápidamente le avisaron a los demás.

Que suceda así en esta noche y cuando salgamos de aquí, no seamos sólo de pies presurosos sino también de corazones diligentes para decirle a los demás que Jesús ha resucitado de los muertos, perdona los pecados y sana las enfermedades de la gente, porque lo hemos visto manifestarse a Su iglesia. Lo pedimos en el Nombre de Jesús y para Su causa. Amén.

Extractos del Mensaje Guiado por el Espíritu. Predicado por el Rvdo. William M. Branham

Publicado por la Imprenta de Compañerismo de Pastores del Mensaje de la Hora, Barquisimeto, Venezuela.

 LOS DOS OLIVOS