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sábado, 14 de julio de 2012

Fielmente Comprometidos

 

     
COMPROMETIDOS
     

     

      Permítanme contarles una pequeña cosa que ocurrió. Yo soy un misionero, como Uds. saben; hago obra misionera evangelística, y he estado como siete veces alrededor del mundo en ultramar. No hace mucho, en la ciudad de Roma... Roma es una gran ciudad para el arte, y tenían allí una escuela de arte. Y varios de nuestros jóvenes Americanos van allá cada año a adiestrarse uno o dos años en el arte para aprender a pintar cuadros. Hubo un grupo de jóvenes Americanos que fueron allá hace unos cuantos años atrás, según me contaron la historia. Y cuando ellos llegan allí, se desenfrenan. Cuando están en Roma, hacen lo que Roma hace, salen y se emborrachan y se desnudan, y todo lo demás, y se alborotan, ambos muchachos y muchachas.

Y había allí una cierta escuela. Y a esta escuela, llegó este grupo de jóvenes Americanos. Y casi cada uno de ellos hizo lo mismo. Pero una cierta jovencita no toleraba eso en lo absoluto. Ella no salía. En la noche ella leía mientras que todos salían a tomar. De día trabajaba constantemente. Bueno, ella era el hazmerreír de toda la escuela. Ella se mantuvo a sí misma como una dama, se condujo como una dama. Aunque había jóvenes Romanos y todo alrededor, tratando de sacarla, ella rehusó hacerlo. No, señor. Ella se mantuvo con sus lecciones, aprendiendo a dibujar, o a pintar, mejor dicho. Y ella se mantuvo en eso.

Por fin, un guardián anciano de ese lugar se mantuvo observándola, viendo que ella era tan diferente. Aunque él era un Católico Romano, él se mantuvo observándola, de la manera que ella se conducía. Una tarde, la jovencita, estando en el parque en donde estaba el estudio, o sea, el lugar en donde estaba la escuela, caminó al patio, y se fue hacia arriba de la colina, y el sol estaba poniéndose. Y ella estaba allá arriba con su rostro limpio y hermoso, y su pelo suelto, mirando al otro lado hacia la puesta del sol.

El anciano guardián estaba rastrillando allá en el patio, y se mantuvo observando a la muchacha. Mientras él rastrillaba, algo insistía diciéndole que fuera a hablarle a ella. Así que, él dejó su rastrillo allí, se quitó su viejo sombrero flexible, se acercó adonde estaba la joven, y se aclaró su garganta. Ella se dio la media vuelta. El dijo: "Perdóneme, señorita". Ella dijo: "Sí, señor. Claro que sí".

Y él notó que ella había estado llorando. Todos los demás habían salido a divertirse en grande esa noche. El le dijo: "Señorita: espero que me entienda de la manera correcta en la que le voy a hablar". Le dijo: "Ud. ha estado aquí por más de dos años. Y he notado que el grupo con el cual Ud. vino, continuamente están festejando, llegando a todas horas de la noche, borrachos, y medio desnudos y todo. Pero he notado que Ud. no asiste a tales fiestas".
Y dijo: "Y he notado que, aparentemente, Ud. siempre está mirando al otro lado del mar. Por las tardes, Ud. sube aquí, y se pone aquí todas las tardes, y mira al sol ponerse". Siguió diciendo: "¿Qué causa eso?" Dijo: "Yo soy un anciano. Y tengo la curiosidad de saber qué es lo que causa esta diferencia entre Ud. y los otros".

Ella dijo: "Sí, señor". Le dijo: "Señor, yo estoy mirando a mi hogar hacia donde se pone el sol". Dijo: "Al otro lado, más allá de ese sol está mi tierra natal". Y siguió diciendo: "En esa tierra hay un cierto estado. Y en ese cierto estado hay una cierta ciudad. Y en esa cierta ciudad hay una cierta casa. Y en esa casa hay un cierto muchacho".

Dijo: "El también es un artista. Cuando salí para venir aquí, yo le prometí amarlo. Estamos comprometidos uno al otro". Y dijo: "No importa lo que los otros hagan, eso no tiene nada que ver conmigo". Dijo: "Yo prometí vivir fiel y correctamente". Y siguió diciendo: "Yo añoro el día cuando me sienta estar sobre las alas de ese gran avión que me llevará a ultramar y aterrizará en el aeropuerto donde él me encontrará. El está construyendo una casa, y nosotros viviremos juntos en esa tierra".

Y dijo: "Esa es la razón por la cual yo actúo de la manera que actúo. Yo soy fiel a la promesa que le hice al muchacho. Y él es fiel a la promesa que me hizo a mí". Dijo: "Yo sé de él de vez en cuando, y le escribo". Añadió: "Al correspondernos uno al otro, nos mantenemos comprometidos, esperando el día que volvamos a encontrarnos".

¡Oh, qué bien le haría a un Cristiano apartarse de las cosas del mundo! Y algún día, ¡qué será el entrar al puerto en las alas de una paloma! El viene por una Novia, una que no tiene nada que ver con el mundo o las cosas del mundo. Ella ha sido lavada en la Sangre del Cordero. Ella le ha comprometido su amor únicamente a El. El amor del mundo se ha ido y está muerto a ella. Las bodas del Cordero han llegado, y Su Novia se ha preparado.

Vamos a pensar en esto mientras inclinamos nuestros rostros por un momento. Y algún día, mientras contemplo la puesta del sol, yo también, hace treinta y un años, le hice una promesa a Uno que yo le amé con todo mi amor. Yo siempre he tratado de defenderlo a El y Su Palabra dondequiera que voy. Y sé que hay muchos aquí así, esperando ese día cuando el viejo barco de Sión llegue al puerto, y levante nuestras almas y nos lleve a la presencia de Aquel a quien amamos, y que le hemos prometido nuestro amor.

Posiblemente hay algunos aquí en esta noche que nunca han hecho esa promesa. Y puede haber algunos que la han hecho y la han quebrantado. Si Uds. están en esa condición en esta noche, amigos, ¿por qué no regresan en esta noche y renuevan su promesa? Y si no la han hecho, ¿por qué no vienen y la hacen en esta noche? Digan: "Señor Jesús, yo te amo". Recuerden: si Uds. ya han hecho su promesa y todavía siguen enredándose en las cosas del mundo, Jesús no tendrá una Novia así. El no tendrá una que sea adúltera. Todo su amor debe ser para El. Y si Uds. aman las cosas del mundo, y las modas de este mundo más que a Dios, entonces Uds. no se han preparado.

 

  Copiado del Mensaje:

62-0121 (t) Las.Bodas.Del.Cordero  Paf (92-99)

Predicado por el nuestro Hno.

William Marrion Branham.